¿Está en peligro el matrimonio igualitario en Estados Unidos?
Hoy hace exactamente diez años que se legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.
Hoy hace diez años que las parejas del mismo sexo ganaron el derecho a casarse en los cincuenta estados de Estados Unidos. Lo hicieron gracias a una sentencia del Tribunal Supremo que hizo historia aquel 26 de junio de 2015 y convirtió al país en el decimoséptimo en el mundo en legalizar el matrimonio igualitario en todo su territorio nacional.
Desde entonces ha llovido mucho. Más de 800.000 parejas gais y lésbicas se han casado en Estados Unidos. El apoyo social al matrimonio gay entre la población estadounidense ha subido a un 68 % y, según los cálculos del Williams Institute de la UCLA, la equiparación de derechos entre las parejas de todas las orientaciones sexuales ha sumado miles de millones dólares a la economía de los estados y las ciudades del país. A escala global son ya 38 los países que han dado el “sí, quiero” a esta forma de igualdad legal que solo tiene 24 años. Es Gen Z, podríamos decir, ya que nació allá por 2001 en Países Bajos. Ahora ha viajado por el mundo y bendecido estos amores proscritos con la protección del Estado en los siete continentes. Incluida la Antártida. Porque love is love, el amor es amor, sí; pero también es un abanico de derechos y responsabilidades que van desde el ámbito de la salud y los impuestos al cuidado conjunto de los hijos que muchos sueñan con tener. Un sueño que sigue siendo solo eso, un sueño, en la mayoría de países del mundo. Aunque según algunos falten las razones por las que seguir celebrando en junios como este el mes del Orgullo.
Ha llovido mucho desde entonces y Donald Trump ha llegado otra vez a la Casa Blanca, como lo hizo al año siguiente de que aquella sentencia sembrase el optimismo entre quienes llevaban décadas luchando por los derechos de las personas LGTBIQ+ en EEUU. Y el optimismo se ha transformado, una vez más, en miedo y frustración.
No sin razón. Desde su segundo primer día como presidente de la primera potencia mundial, Trump ha aprobado una serie de medidas para restringir los derechos y libertades de las minorías sexuales y de género, en su país y en el extranjero. No está solo: este año se ha batido un nuevo récord de proyectos de ley anti-LGTBIQ+ a nivel estatal, con Texas a la cabeza de una alquimia legislativa sin precedentes. Y, sin embargo, todavía hay quien dice que lo único que está en cuestión son los derechos de las personas trans y no binarias; que lesbianas, gais y bisexuales no tienen de qué preocuparse. Que nadie va por los derechos “LGB”. Que el matrimonio gay está a salvo.
Lo que sigue es una explicación de por qué se equivocan, y de lo que puede pasar si el Supremo de EEUU revoca su sentencia de 2015 y da el mismo golpe al matrimonio igualitario que dio al derecho al aborto en 2022.
Aunque ahora mismo no haya ningún caso sobre la mesa del Supremo que ponga en riesgo el derecho al matrimonio de las parejas del mismo sexo, eso no significa que no haya cada vez más gente trabajando para que eso ocurra. Legisladores republicanos en al menos seis estados de EEUU han presentado resoluciones reclamando al Supremo reconsiderar su sentencia en el caso conocido como Obergefell. Todas ellas han aparecido desde principios de este año y detrás de muchas están los mismos grupos conservadores. Al mismo tiempo, políticos republicanos en otros cuatro estados están intentando aprobar formas de matrimonio reservadas exclusivamente a las parejas heterosexuales. Estas iniciativas legislativas tienen mayoritariamente un carácter simbólico, pero el mensaje está claro: ya hay sectores del Partido Republicano que van abiertamente a por el matrimonio igualitario. Las señales de lo que está por venir se multiplican por todo el país. Hace un mes, la denominación protestante más grande de EEUU aprobó una resolución pidiendo la revocación de este derecho. Pocos días antes, una encuesta de Gallup revelaba que el apoyo al matrimonio gay ha caído en un 14% entre votantes republicanos desde 2022.
Hace poco entrevisté a Paul M. Collins, Jr., profesor de Derecho de la Universidad de Massachusetts Amherst, y le pregunté qué tendría que pasar para que el matrimonio igualitario vuelva a llegar al Supremo estadounidense. Collins me dijo: "Un estado podría aprobar una ley que prohibiera el matrimonio entre personas del mismo sexo, o, alternativamente, alguien que otorga licencias de matrimonio podría negarse a otorgarla a una pareja del mismo sexo, y eso pondría el proceso en marcha".
Ha llovido mucho desde 2015. El Supremo de aquel entonces tenía una composición bien diferente a la supermayoría conservadora (seis conservadores frente a tres progresistas) que lo integra actualmente. Este giro conservador en el seno del máximo tribunal llevó, entre otras cosas, a la decisión del tribunal de revocar en 2022 el derecho al aborto, que había sido reconocido federalmente desde 1973, devolviendo la pelota al tejado de los estados. En 2023, la corte dictaminó que el derecho constitucional a la libertad de expresión permite a ciertas empresas negarse a brindar servicios a bodas de gais y lesbianas. Hace solo unos días, el máximo tribunal sentenció que estados como Tennessee pueden prohibir a menores trans el acceso a terapias hormonales y bloqueadores de pubertad.
Ninguno de estos casos implica que los jueces conservadores vayan a votar contra el derecho al matrimonio igualitario, sobre todo dado que varios de ellos todavía no se han pronunciado públicamente sobre este tema. Pero sí vemos, con cada vez mayor claridad, que la deriva conservadora del máximo tribunal de EEUU ya está teniendo un impacto claro en cuestiones por las que los y las activistas LGTBIQ+ y feministas llevan décadas luchando.
Ahora bien, ¿qué pasaría si la cuestión del derecho de las parejas gais y lésbicas a casarse llegase de nuevo al Supremo y este votase en contra? Aunque es imposible predecir el futuro y qué dirían los jueces en una hipotética sentencia, el profesor Collins me explicó que no se prevé que quienes ya se hayan casado pierdan sus sentencias matrimoniales. Es posible que se encuentren con obstáculos burocráticos y administrativos nuevos en estados donde el matrimonio igualitario deje de ser legal, pero en principio, su unión está a salvo. Por eso muchas parejas han corrido a casarse desde que Trump llegó de nuevo a la Casa Blanca.
El gran cambio sería que la cuestión del matrimonio gay volvería a ser política de cada estado. La pregunta es, por tanto, qué pasaría en cada uno de ellos. Y es importante recordar que la sentencia de 2015 se refería al reconocimiento federal de este derecho, que en un principio se había limitado al ámbito estatal. El primer estado del país en legalizar estas uniones fue Massachusetts en 2004 y, desde entonces, otros diecinueve estados han dado el mismo paso y revocado las antiguas leyes que las limitaban. En estos estados, que están marcados en verde claro en este mapa, las parejas del mismo sexo podrían seguir casándose.

Hay otro factor que sería crucial en ese escenario: en 2022, durante la presidencia de Joe Biden, el Congreso estadounidense aprobó una ley que aspiraba a proteger el matrimonio igualitario obligando a las autoridades federales y a todos los estados a reconocer los matrimonios gais y lésbicos celebrados en algún estado del país. En el contexto actual, es difícil entrever el impacto de una legislación como esta. Pero si las parejas homosexuales algún día llegan a perder el reconocimiento federal que les dio el Supremo con su sentencia de 2015, esta ley aprobada con votos demócratas y (algunos) republicanos obligaría a estados donde deje de ser legal el matrimonio entre personas del mismo sexo (Texas, Florida, Montana, etc.) a reconocer legalmente las bodas gais y lésbicas celebradas en otros estados donde lo siga siendo (California, Nueva York, Iowa, etc.).
En resumen, las parejas del mismo sexo ya no podrían casarse en la mayoría de los estados del país, pero sí podrían seguir haciéndolo en una veintena de ellos, y su matrimonio tendría que ser reconocido por los estados donde ya no sea legal.
Hasta entonces, si es que eso llega a pasar, todavía puede llover mucho más. Los conservadores podrían, por ejemplo, atacar también la ley de 2022 que protege a los matrimonios gais y lésbicos en todos los estados. O también podría pasar que otros estados que todavía tienen leyes que prohíben el matrimonio igualitario decidan librarse de ellas para que si algún día el Supremo decide volver al pasado, su estado no vuelva a ser un estado con ciudadanos de primera y segunda clase.
Muchas gracias por leer esta newsletter, que es un proyecto personal para mejorar la cantidad y calidad de la información internacional en español sobre temas LGTBIQ+. Si conoces a más personas a quienes pueda interesarle, te agradecería mucho que les hablases de este espacio.
Un abrazo y hasta pronto,
Enrique