Hay una crisis LGTBIQ+ global de la que quizás no hayas oído hablar
O por qué Donald Trump es un problema para los derechos del colectivo en África, Asia y América Latina.
Donald Trump está a unas horas de convertirse (de nuevo) en presidente de los Estados Unidos y probablemente ya hayas oído hablar largo y tendido sobre el impacto que podría tener su presidencia en los derechos de las personas LGTBIQ+ en el país. Si no, te recomiendo leer este resumen. Pero hay otra crisis en la que el republicano podría convertirse en la gota que colma el vaso, con efectos todavía más longevos, y que por desgracia no recibe la atención que merece.
Pero antes vamos a hacer un pequeño viaje por el mundo.
Champán en el corazón de Europa
Las celebraciones de Año Nuevo han coincidido con la entrada en vigor de dos conquistas remarcables en el continente: el matrimonio igualitario en Liechtenstein y las uniones civiles gais y lésbicas en Chequia, o República Checa. Con el microestado germanoparlante son ya 39 los países que han legalizado el matrimonio homosexual en el mundo. Es, además, un signo más del enorme cambio que se está produciendo en la lista de países europeos minúsculos como San Marino o Andorra, que han pasado de tener algunas de las legislaciones más conservadoras de Europa occidental a avanzar enormemente en derechos de las personas LGTBIQ+. Eso sí, Mónaco y el Vaticano siguen atascados.
En nombre de Dios
El Vaticano ha aprobado nuevas directrices para Italia según las cuales no se puede rechazar a un aspirante al seminario por el mero hecho de ser gay, siempre que mantenga el celibato. El documento no modifica la doctrina católica que indica que las “tendencias homosexuales” son “intrínsecamente desordenadas” y que aquellos con tendencias homosexuales “profundamente arraigadas” no deben ser sacerdotes, pero sí establece que, en la medida en que el individuo sea célibe, su orientación sexual no debería ser motivo de descalificación para el sacerdocio. Las directrices vienen de la Conferencia Episcopal Italiana y han recibido el visto bueno de la Santa Sede por un período de prueba de tres años, por lo que no se aplican a otros países y podrían revertirse en un futuro, pero son buenas noticias para las personas LGTBIQ+ católicas que llevan décadas luchando para ser incluidas en el seno de su Iglesia.
La gran pregunta (en términos geopolíticos) es cómo va a conciliar el vaticano las demandas de inclusión en sitios como Alemania con el éxodo de fieles católicos hacia el conservadurismo de las iglesias evangélicas en África, América Latina, Estados Unidos y, cada vez más, en muchas partes de Europa.
Mali criminaliza no solo las relaciones homosexuales, sino también su “promoción”
Mali se ha convertido en el 65o país del mundo en criminalizar las relaciones entre personas del mismo sexo. El nuevo Código Penal maliense ya se ha publicado oficialmente y castiga no solo las relaciones con una persona del mismo sexo, sino también cualquier escrito o imagen (incluso aquellos de naturaleza privada) que lo “apruebe, anime, promueva o facilite”. Una formulación de este tipo puede poner en riesgo no solo a una persona LGBTIQ+, sino también a un sanitario que reparta condones para prevenir infecciones por VIH, una ONG dedicada a la educación sexual que publique contenidos en redes sociales, o incluso a un cantante que critique la homofobia en una canción. Como vemos en cada vez más países (y a diferencia de muchas de las legislaciones heredadas del colonialismo europeo, que se centraban penalizar las relaciones íntimas), la nueva ola de homofobia africana no solo castiga las relaciones íntimas, sino que también restringe todo un abanico de actuaciones públicas.
La crisis global de fondos 💸
En los últimos meses he tenido la suerte de ir a dos eventos fascinantes que hasta hace poco me eran completamente desconocidos. El primero de ellos fue la conferencia de ILGA-World en Ciudad del Cabo, la conferencia LGTBIQ+ más grande del mundo. El segundo fue la conferencia en Berlín de la Equal Rights Coalition, una alianza (más bien poco conocida) de países comprometidos con promover los derechos del colectivo.
El gran protagonista no fue Donald Trump, ni ninguno de los países que ha despenalizado las relaciones homosexuales o aprobado el matrimonio igualitario en los últimos meses. Las conversaciones acababan una y otra vez en el mismo callejón sin salida. Un fantasma recorre el movimiento LGTBIQ+ global y se llama sequía. Sequía de fondos y donantes.
No es fácil, ni barato, luchar por los derechos de una minoría. Y todavía menos en países donde estas comunidades no solo se enfrentan a ser perseguidos judicialmente, sino también al acoso de las autoridades por su activismo político y a la exclusión socioeconómica. A perder su trabajo y fuente de ingresos, por salir en la tele defendiendo los derechos de una minoría.
Muchas de las organizaciones (y lxs activistas que las mantienen en pie) que de vez en cuando ves entrevistadas en los medios de comunicación sobreviven gracias a partidas presupuestarias de grandes donantes. Donantes privados, fundaciones, empresas multinacionales, Gobiernos… Esas son las principales fuentes de ingresos para muchas ONG en países del Sur Global, especialmente en África y Asia.
Pero las partidas de ayuda al desarrollo o apoyo a los derechos humanos en otras partes del mundo (así como la responsabilidad social corporativa) requieren de un compromiso político con el tema en cuestión, sea este la migración, la igualdad de género o la lucha contra el cambio climático. Más allá del eje político izquierda-derecha, progresista-conservador, un Gobierno o parlamento tiene que entender una causa como una prioridad social y política para dedicar millones de euros, dólares o coronas a apoyarla en el extranjero.
Estados Unidos no es el único ejemplo de este cambio de paradigma global, pero sí el más evidente.
Siguiendo el ejemplo de países como Suecia, los demócratas estadounidenses llevan apoyando los derechos LGTBIQ+ en el extranjero, y especialmente en el Sur Global, desde 2011. Fue entonces cuando la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció el Global Equality Fund. Cinco millones de dólares para iniciativas de igualdad LGTBIQ+ en más de cincuenta países.
A ello siguió la incorporación de los derechos del colectivo entre las prioridades de la diplomacia estadounidense durante la primera presidencia de Barack Obama. Este movimiento sísmico culminó con la creación del puesto de enviado especial para los derechos LGTBIQ+, una figura que tiene como misión promover los derechos del colectivo en el mundo como parte de la acción exterior estadounidense. Fue el primer país del mundo en crear un puesto como ese, que luego ha sido incorporado en países como Francia y Reino Unido.
El apoyo financiero a lxs activistas LGTBIQ+ de otras partes del mundo se incrementó durante la presidencia de Joe Biden. La agencia estadounidense de desarrollo internacional (USAID) dedica 15 millones de dólares a dos programas dedicados exclusivamente a proteger y empoderar a las minorías sexuales y de género.
(Puede parecer mucho, pero la cifra está muy por debajo de los casi cien millones de dólares que se gastaron los republicanos en anuncios de televisión contra las personas trans en las semanas previas a las elecciones del 5 de noviembre de 2024.)
Pero eso no es todo. Los demócratas también implementaron una visión “inclusiva” de la ayuda al desarrollo, al menos en lo que a los derechos LGTBIQ+ se refiere. Eso significa que abrieron la partidas de desarrollo que no estaban directamente relacionadas con esta temática a programas que por una razón u otra se solapan con los diferentes tipos de discriminación o violencia que afrontan estas comunidades en sus países.
Por ejemplo, una organización que trabaja sensibilizando a las fuerzas de seguridad podría (en teoría) beneficiarse de fondos anticorrupción si demuestra que los cuerpos policiales de su país sistemáticamente hostigan y chantajean de forma injusta a las personas LGTBIQ+, al entenderse esta práctica como una forma de corrupción policial. O unos fondos prodemocracia podrían (en teoría) financiar iniciativas dedicadas a atajar las dificultades que afrontan lxs votantes trans en países donde no sea fácil cambiar sus documentos de identidad y, por lo tanto, pueden verse privadxs de su derecho al voto.
Por diferentes razones, incluido el hecho de que podría resultar contraproducente para las organizaciones locales, USAID no hace público cuánto dinero se ha dedicado a las diferentes formas de activismo LGTBIQ+ que financia en el mundo. Pero toda esta financiación - acompañada de enfoques similares en países como Canadá, Alemania, Reino Unido o Países Bajos - ha permitido el aparición de cada vez más iniciativas que buscan mejorar la vida de este colectivo, en algunos casos en situaciones extremas de exclusión e inseguridad.
¿Qué pasa cuando entra Trump en la ecuación? Durante su primera legislatura al frente de la primera potencia mundial, el republicano eliminó la figura del enviado especial por los derechos LGTBIQ+ en el mundo y vació los fondos dedicados específicamente a la protección de esta minoría en el extranjero. También eliminó todas las referencias a las personas LGTBIQ+ en su actualización de la política de ayuda al desarrollo. Es muy probable que ello tuviese un impacto negativo en la cantidad de fondos disponibles para las ONG dedicadas a esa causa.
Todo apunta a que su nuevo Gobierno volverá a hacer lo mismo. Pero el “problema” no es solo Trump, sino que va mucho más allá. Titular tras titular, la financiación de la ayuda al desarrollo y los derechos humanos se ha ido reduciendo en los últimos años, especialmente por parte de los mayores donantes del mundo, como Países Bajos, Francia, Reino Unido, Alemania y los países nórdicos, así como la Unión Europea. El fin de la era Trudeau en Canadá, otro de los mayores donantes mundiales en materia LGTBIQ+, que muchos han celebrado como el fin también de sus políticas progresistas, podría traer más de lo mismo. En Alemania, la ultraderecha pide cortar la financiación estatal para los programas de desarrollo “basados en la ideología woke”.
No es solo que los fondos que financian la promoción de los derechos LGTBIQ+ en el mundo estén en caída libre, sino que además quienes trabajan activamente contra los derechos de este colectivo reciben cada vez más apoyo financiero de grupos conservadores estadounidense, de Rusia, etc. Esta entrevista (en inglés) con el profesor estadounidense Kristopher Velasco explica el tema (y sus implicaciones) más en profundidad. Pero lo que parece claro es que estamos al comienzo de una crisis con ramificaciones globales y que pagarán, sobre todo, lxs activistas del Sur Global.
¿En qué has estado metido estos días?
En unos días podré contarte más sobre el primer documental corto que he coproducido y presentado y que podréis ver en el canal de YouTube de Context (échale un vistazo para ver las otras cosas chulísimas que han grabado y editado mis compañerxs).
Mientras tanto, estamos ya en modo campaña con las elecciones alemanas, de las que voy a hablaros mucho más en las próximas semanas. Como quizás sepas, Elon Musk ha desatado una tormenta política declarando su apoyo público a Alternativa para Alemania (AfD), un partido de extrema derecha famoso por sus posturas antiinmigración y liderado por Alice Weidel, una mujer abiertamente lesbiana, casada con una inmigrante de Sri Lanka y nieta de un juez nazi.
Musk dice que AfD no puede ser un partido de extrema derecha si tiene una candidata con ese perfil, así que me leí el programa de AfD y escribí este artículo sobre lo que la formación propone en materia de derechos LGTBIQ+. Spoiler: quieren revocar la ley de autodeterminación de género, prohibir los bloqueadores de pubertad y acabar con el “adoctrinamiento” de niños y adolescentes a través de lo que ellos llaman “el culto trans, la sexualización temprana y la ideología de género”. Si no tienes tiempo para leerte el artículo, también puedes ver el resumen en vídeo.
Una recomendación literaria desde Ghana
Si nunca habéis leído una novela escrita por un autor del oeste africano, esta es vuestra oportunidad de redimiros: como lector no especialmente aficionado a los thrillers puedo deciros que No One Dies Yet, del ghanés Kobby Ben Ben, es una historia fascinante que mezcla muchos de los debates actuales, y especialmente el de las heridas abiertas del colonialismo europeo en África.
Muchas gracias por leer Sopa de letras (y a mi madre, María José, por editarla con tanta paciencia). Si te gusta lo que estoy haciendo en este espacio, te agradecería enormemente que se la recomendaras a amigos, familiares o compas del trabajo a quienes creas que puede interesarle. Y si hay algún tema de actualidad LGTBIQ+ del que creas que debería hacerme eco, siempre puedes escribirme a sopadeletrasnewsletter@gmail.com 📲
Nos leemos,
Enrique