Por qué las empresas en el Orgullo no son solo "pinkwashing" (aunque a veces también lo sean)
Y algunas noticias LGTBIQ+ desde Colombia, Indonesia y Europa.
Todos los meses del Orgullo el mismo debate. Pinkwashing, capitalismo rosa… ¿Se han convertido nuestros derechos en una estrategia de marketing?
Este año, sin embargo, el “debate” tiene un nuevo matiz. El arcoíris ya no vende como antes. La realidad es que antes tampoco vendía en Rusia, Catar, Turquía, Hungría o Tanzania. Pero ahora son las empresas de Estados Unidos, el país que dio luz al capitalismo rosa, las que se están replanteando si les conviene o no añadir los colores de la bandera LGTBIQ+ a sus logos y anuncios. Un 39% de los ejecutivos corporativos encuestados por Gravity Research recientemente planeaba reducir sus campañas relacionadas con el Orgullo este año y ninguno de ellos tenía entre sus planes darle un empujón al compromiso de su empresa con el tema en un momento crítico como este. El 61% de ellos decía que la presión de la nueva administración de Donald Trump era el principal motivo para repensar su vinculación con el mes del Orgullo.
Habrá quien diga, probablemente con razón, que el cambio de clima político actual está dejándonos ver qué marcas están de verdad comprometidas con el tema, y cuáles simplemente ya no lo ven como una oportunidad para incrementar sus ventas. Que abajo con el pinkwashing.
Y es comprensible. Pero la decisión de algunas empresas de seguir apoyando ciertas causas con más discreción abre la puerta a los matices. La realidad es que no estamos hablando solo de una cuestión de opiniones políticas, sino de la amenaza por parte del Gobierno de Trump de tomar acciones legales contra aquellas entidades que sigan involucrándose en el ámbito de la diversidad, la equidad y la inclusión (las famosas siglas DEI).
Hay otro elemento que es, en mi opinión, todavía más importante. Para muchos de los que vivimos en Berlín, Madrid o Nueva York, rodeados de nuestros círculos que nos apoyan y nos protegen, quizás no tenga mucho valor que Siemens, Iberdrola o Target salgan en una marcha una vez al año.
A mí, sin embargo, me abrió mucho los ojos estar en los Orgullos de Varsovia, Vilna o incluso Tallin (antes de que Estonia se convirtiese en el primer Estado postsoviético en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo) en los últimos años. En muchas de estas ciudades son pocas las marcas que atreven (o se atrevían) a dar ese paso por miedo a las actitudes locales, y a menudo eran solo las grandes multinacionales las que lo hacían. Las empresas son a menudo un reflejo de la sociedad. Y ver lo que significaba para las personas LGTBIQ+ locales el hecho de que empresas como Google o Adidas se posicionasen a favor de derechos que su propio país todavía no les había reconocido me hizo pensar que también es una forma de privilegio el vivir en un sitio en el que no necesito que una gran empresa salga a defenderme. Al fin y al cabo, y por injusto que sea, una marca deportiva de moda puede tener mucha más influencia sobre el bro homófobo que te acosaba en el instituto y que ahora vota en las elecciones que nuestro activista favorito cuyo mensaje rara vez cala allá donde más se necesita. Y el privilegio de vivir en esta burbuja, como cualquier otro, también dificulta ver la realidad de quienes no lo disfrutan.
Motivos para celebrar
Es normal abrir el periódico o las redes sociales y sentirse abrumado por cómo gobiernos, partidos políticos, grupos religiosos y muchos otros actores políticos y sociales se ceban con las personas LGTBIQ+. Al mismo tiempo, también es fácil perder la perspectiva en un momento de polarización y bombardeo informativo.
Es cierto que son muchos los nuevos desafíos que han surgido en los últimos años. Pero también es verdad que el cambio social y legal es, en términos históricos, lento. Siempre lo ha sido, aunque ahora podamos publicar un vídeo que vean millones de personas en cuestión de días, creyendo que quizás hayamos cambiado millones de conciencias. Aunque esta lentitud sea injusta y aunque la complacencia nunca juegue a favor de quienes son tratados injustamente. Y, a pesar de ello, creo que tampoco podemos olvidar que, al menos en lo que a los derechos LGTBIQ+ se refiere, el mundo ha experimentado un cambio radical.
Cuando yo nací eran más de 100 los países que criminalizaban las relaciones entre personas del mismo sexo. Ahora ese número ha bajado a 64 y ya son 38 los países que han legalizado el matrimonio igualitario en todo su territorio nacional. Solo en Europa, 12 países han aprobado leyes de autodeterminación de género para el colectivo trans, todas ellas en los últimos 11 años. En todo el mundo, 19 países tienen disponible algún tipo de marcador de género no binario en sus documentos de identidad.
Por desgracia, las leyes no se cambian a la velocidad que se viraliza un TikTok. Pero estoy seguro de que quienes lograron dar forma al gráfico de aquí arriba con sus años de activismo incansable dirían que valió la pena la espera.
El “efecto Trump” ahuyenta a los patrocinadores del Orgullo… en Europa
Que las amenazas de Donald Trump contra las políticas de DEI llevaran a muchas empresas en Estados Unidos a dejar de sacar banderas arcoíris este mes de junio era, hasta cierto punto, previsible. Lo que quizás no era tan evidente es que el “efecto Trump” fuese a ahuyentar a los patrocinadores de marchas del Orgullo al otro lado del Atlántico. Copenhague, Berlín, Atenas, Colonia, Praga, Salónica y Múnich son algunas de las ciudades en las que los organizadores de estos eventos han perdido ingresos este año. En Tallin, la capital estonia, la embajada estadonidense ha retirado fondos que les había prometido a los organizadores.
Pero no se trata simplemente de que vaya a haber un camión menos con el logo de una marca. Según los activistas de esas ciudades, esos fondos que aportan los patrocinadores a menudo sirven para, por ejemplo, afrontar los costes de seguridad, hacer los eventos más accesibles a personas con problemas de movilidad o pagar a los artistas que participan en ellos. En Bulgaria, el tercer peor país de la Unión Europea en materia de derechos LGTBIQ+, los organizadores del Orgullo de Sofía han perdido el 50% de sus ingresos al irse patrocinadores. El activista Simeon Vasilev me dijo: “Sin un respaldo político claro, me temo que no podremos lograr avances significativos en temas como el matrimonio igualitario o los derechos de las personas trans. Peor aún, corremos el riesgo de perder terreno ganado con mucho esfuerzo. Esto podría hacernos retroceder años.”
Puedes leer un reportaje (en inglés) sobre este tema aquí.
Indonesia quiere prohibir el contenido LGTBQ+ en internet
La censura de los temas relacionados con la orientación sexual y de género es una herramienta cada vez más común. Rusia, Bulgaria o Hungría tienen ya leyes que restringen el contenido LGTBQ+ un modo u otro. En Indonesia, donde ya existen restricciones de este tipo para la televisión y la radio, pronto podría aprobarse una ley que prohíba el contenido LGTBIQ+ en internet. Pero esto no solo sería un problema para la representación y la visibilidad queer en un países en el que el 92% de la población dice oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo. Estamos hablando de algo mucho más grave.
La propuesta de ley mandaría al armario digital a los cada vez más creadores en plataformas como YouTube o TikTok, que se han convertido en una a suerte de espacio seguro para jóvenes que muchas veces no tienen otro referente. Pero también podría mandar al desempleo a muchas personas LGTBIQ+ que han encontrado en la industria audiovisual, tradicionalmente más abierta que otros ámbitos laborales, un trabajo que otros se niegan a darles. Y, además, censurar los temas LGTBIQ+ en redes sociales y otras plataformas online sería un enorme obstáculo para las oenegés del sector en este país con más de 17.000 islas. Ofrecer PrEP en un país en el los hombres gais y bisexuales están especialmente expuestos al riesgo de una infección de VIH podría volverse imposible, poniendo en riesgo la lucha contra la epidemia. Anunciar un programa de inserción laboral que para personas trans, que a menudo dejan el colegio por el rechazo social y solo tienen la opción del trabajo sexual para llegar a fin de mes, podría ser ilegal. En un mundo cada vez más digitalizado, donde internet es la respuesta a muchas de nuestras preguntas, censurar el contenido LGTBIQ+ puede tener un impacto en las vidas de estas personas mucho más allá de la visibilidad.
Puedes lees más (en inglés) sobre este tema aquí.
Muchas esperanzas puestas en Colombia
El país de Gabriel García Márquez no ha sido muy dado a aprobar derechos LGTBIQ+ en el parlamento. Con frecuencia han sido los jueces los que han obligado a proteger los derechos de este colectivo, como el matrimonio gay o el acceso a los tratamientos de reafirmación de género. Pero ahora los legisladores colombianos tienen la oportunidad de cambiar esa tendencia.
Hay dos propuestas de ley en el Congreso colombiano que podrían hacer historia en el país. Las dos llevan años siendo debatidas y pospuestas, a menudo como consecuencia de los ataques del conservadurismo católico. La primera es una propuesta de ley integral trans que pretende no solo mejorar el reconocimiento legal de la identidad de género (es decir, el proceso de cambio de tu DNI, por ejemplo), sino también adoptar medidas para fomentar la inclusión socioeconómica de este colectivo; de forma que estas personas puedan ir a clase, al médico o a hacer un trámite administrativo sin miedo a ser discriminadas, y que tengan oportunidades reales de obtener un empleo. La segunda es un proyecto para prohibir las terapias de conversión encabezado por la activista Danne Belmont, que fue víctima de una de estas prácticas consideradas por diferentes organismos de derechos humanos como una forma de tortura.
Los activistas LGTBIQ+ colombianos trabajan a contrarreloj y con un Senado más conservador que el Congreso al que ahora esperan ganarse. Hace unos meses, la noticia del asesinato (transfeminicidio) de Sara Millerey, una mujer trans de 32 años que vivía en Antioquia, dio la vuelta al mundo. Quizás Colombia sea pronto un país que no tenga que llorar a más hijas perdidas, robadas.
Muchas gracias por leer esta newsletter. Si conoces a más gente a quien pueda interesarle, te agradecería enormemente que se la recomendaras.
Un abrazo y hasta pronto.
Enrique
Muchas gracias por tu artículo, como siempre interesantísimo Enrique 💝 Comparto al 100% tu reflexión sobre la participación de marcas en los orgullos. Mi experiencia visitando el orgullo de Tokio confirma que el prestigio social de una empresa establecida puede contribuir a normalizar la causa LGTBIQ+ en lugares donde defenderla no es para nada evidente, ni siquiera en ámbitos progresistas. Es triste que veamos una involución a estos escenarios en EEUU y da miedo pensar lo que pueda pasar en Europa si la extrema derecha sigue ganando poder. Como dijo nuestro amigo vasco: “No, si al final vamos a echar de menos el pinkwashing”.